Llorando, escuchaba llorar. Como pequeñas gotas se rompían
contra el suelo. La tristeza entraba por la ventana de mi habitación dejando la
pequeña mesa mojada. Los gritos se escuchaban a lo lejos, cinco segundos se
contaban entre cada uno de ellos. La lluvia siempre me había parecido algo mágico. Me levante de la silla de mi escritorio y me dirigí hacia la ventana. Cerré mis ojos y me puse a escuchar plenamente ese fenómeno. Paso poco rato y se empezaron ha acercar,
cuatro segundos se contaban entre gritos que juntándose con los lloros
comenzaban a ser llantos. Contaba las gotas que caían en la mesita:
una, dos, tres, cuatro... Iban cayendo lentamente. Más tarde aumentaron su tempo: cinco, seis, siete, ocho... Los gritos se acercaban, un gigante venia
hacia aquí. Venia llorando y gritando. ¿Que le habría pasado? Quizá le
insultaron, su madre murió o su padre, lo abandonaron o lo
expulsaron. Nadie lo sabe porque nadie se molesta en saber porque llueve,
porque el cielo es capaz de llorar. Porque los gigantes pasan por nuestra
tierra solo cuando lloran...
Shhh... escuchad: silencio. El gigante se ha calmado. ¿Quien lo ha hecho? ¿Alguien ha
sido capaz de escucharlo y entenderlo o lo han echado? Da igual lo que le haya calmado porque la gente no lo piensa. No quieren saber de los gigantes
porque son diferentes y solo la gente diferente es capaz de verlos y
entenderlos.